En la actualidad los bancos compiten por lanzar nuevas funcionalidades rápidamente, digitalizar más servicios y reducir fricciones, pero hay algo que muchas veces se queda por fuera de la ecuación: el usuario. Aquí no hablamos del usuario ideal, ese que sigue todos los pasos “correctamente”, ni el que lee cada término y condición. Hablamos del usuario real; el que se equivoca, el que no entiende una alerta confusa, o el que asume una cosa y pasa otra.
Y es que no es un secreto que en el sector financiero, la confianza es el activo más importante, por eso diseñar y validar desde una lógica puramente técnica puede tener consecuencias invisibles pero profundas. Las decisiones que se toman únicamente pensando en procesos, flujos y eficiencia interna, sin entender cómo piensa o actúa un ser humano, pueden terminar afectando algo más importante que la conversión, la percepción.
Diseñar para el usuario, no para maquinas
El negocio bancario en toda Latinoamérica ha avanzado a pasos agigantados en digitalización. Casi cualquier trámite ya puede hacerse hoy desde una app. Pero eso no significa que todo esté resuelto. Muchos bancos siguen estructurando sus procesos digitales desde una visión puramente técnica; primero el sistema, luego el flujo, después la interfaz. Y, al final, si queda tiempo, se piensa en cómo lo entendería el cliente.
Eso es poner el proceso por encima del usuario.
Cuando se diseña desde esa lógica, es fácil justificar decisiones que en papel, tienen sentido, pero que en la práctica, generan confusión, errores y abandono. No porque el usuario no “sepa usar” la herramienta, sino porque no se diseñó pensando como él.
¿Qué significa pensar como un usuario?
Significa reconocer que las personas no siempre actúan de forma lógica, que no leen todo, que confunden botones, que asumen cosas basadas en su experiencia previa. Significa entender que el usuario no distingue entre un error de diseño y un problema de carga, si algo lo hace dudar, simplemente se va.
Pensar como usuario es asumir que el error humano forma parte de la experiencia, y que el negocio debe anticiparse a eso. No para culparlo, sino para protegerlo.
Cuando la experiencia es el negocio
En un banco, cada clic representa una microdecisión del usuario. ¿Confío o no? ¿Me siento seguro? ¿Entiendo lo que va a pasar si presiono aquí? Cuando un cliente se equivoca y pierde dinero, aunque haya sido “su culpa”, lo que queda es la sensación de desconfianza. Y eso, en el negocio financiero, tiene un costo enorme.
Diseñar pensando como persona es entender que el éxito no está en que todo funcione, sino en que todo se sienta claro, seguro y fluido. Que el usuario no tenga que dudar. Que no se sienta perdido. Que no necesite llamar a un asesor para saber si su transferencia fue exitosa.
La verdadera innovación no siempre está en implementar inteligencia artificial o procesos super automatizados, sino en lograr que para cada usuario sea fácil y segura cada transacción, logrando, por ejemplo, que una madre que paga el colegio de su hijo desde su celular no tenga que preguntarse si lo hizo bien.
¿Cómo se ve esto en la práctica?
- Cuando un botón tiene una sola función y no lleva a una pantalla confusa.
- Cuando los mensajes de error explican qué pasó y qué hacer, no sólo un código.
- Cuando los flujos están diseñados para minimizar el error, no sólo para cumplir el proceso.
- Cuando el diseño visual refuerza la confianza, en lugar de sembrar duda.
Estos son pequeños detalles que, en conjunto, cambian la percepción del servicio bancario a los usuarios.
El nuevo rol del negocio bancario; diseñar experiencias, no solo productos
El sector financiero ya no compite solo por tasas de interés o comisiones. Hoy compite por quién entiende mejor al cliente y quien logra traducir ese entendimiento en una experiencia digital más humana, más intuitiva y más empática.
Eso implica que las áreas de negocio deben sentarse en la misma mesa que tecnología, experiencia de usuario y aseguramiento de calidad, no solo para alinear fechas o lanzamientos, sino para diseñar como un todo. Donde cada equipo defienda una sola cosa: al usuario.
Porque al final, un banco que protege a su cliente de sus propios errores no solo evita reclamos, sino que construye algo más valioso, la confianza sostenible.
El futuro del sector bancario no será definido solo por la tecnología, sino por cómo esa tecnología es vivida por personas reales. Y esas personas no son solo técnicas o lógicas, son humanas y reales.
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